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Aquel año, el pueblo había elegido a dos ancianos para que fueran jueces. Pero los dos eran de esas personas que Dios había descrito con estas palabras: «En Babilonia los jueces dicen ser los guías del pueblo, pero ellos mismos son el origen de la maldad».

Esos dos jueces estaban todo el tiempo en casa de Joaquín, y la gente que tenía problemas legales, iba a ellos para resolverlos.

Los dos jueces malvados

7-11 Al mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana acostumbraba salir con su esposo a pasear por el jardín. Los dos jueces la observaban con mucha atención, pues habían dejado de seguir los mandamientos de Dios, y se habían llenado de malos pensamientos. Ambos hombres querían tener relaciones sexuales con Susana, pero no lo decían por vergüenza, así que ninguno de los dos sabía lo que el otro estaba pensando.

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